Por Alvargonzález; 18 de agosto del 2003
Es ‘tiempodeaguas’, y que te diga algo tan obvio viene a cuento porque ello puede haber influenciado mi apreciación contable hecha al trote de mi no muy ‘caballado’ vehículo que no es de altísima velocidad como esos de caballaje extraordinario y alto costo. Paso a explicarte.
Ya el periodo vacacional veraniego apunta a su fin. Como tantos otros me sumo a ese peregrinaje comunitario en busca de ‘vacar’ o ‘vaciar’ la mente que lo mismo es la tal intención vacacional, en un proceso que en no pocas ocasiones lo único que vacía es la cartera y en el cual el viaje por carretera puede desembocar en un punto tan imprevisto como inexorable. ¡Zas! Por ello mientras manejo recuerdo las indicaciones de mi colega Ana Ma. García; aquellas de: “advierte que tal vez nadie te vea mientras vas manejando, pero tiene la obligación de tratar de ver y advertirlo todo”. ¿Todo? Alguna vez un neurólogo me contaba de la miríada de actividades que significaba para la gelatina sesual, el simple hecho de manejar un vehículo. ¿Será posible ver y advertir todo?
El caso es que de vuelta a la ciudad, con la tropilla familiar dormida y harto de una radio que suena a payola por todo el cuadrante o cuyos consejos de belleza o de medicinas alternas prescritas por charlatanes trepados en antenas, inventé un pasatiempo carretero: contar los cenotafios los próximos cien kilómetros. ¿Cenotafios? Ya en alguna ocasión, aquí y a otro propósito te decía que tan elegante término designa las tumbas vacías; signos sepulcrales vacuos.
Por ello lo del ‘tiempodeaguas’: al zacatal al borde de la carretera –ancha, de paga y más o menos tersa–, debe haber afectado mi contabilidad rodante que resultó en 40×100. Cenotafios de todo tipo: pluri y uninominales; cruces con base o sin ella, con o sin Cristo incluido y con ornatos inverosímiles como el de la imagen; verdaderas capillas (la familia estaba colocando flores en una), y la que muestra incluso logo de empresa transportista… Cenotafios: marcas en el camino, en lugares en donde la lógica no alcanza para que la mente reconstruya el momento en que allí acabó definitivamente el viaje de un ser humano. Muertes inútiles y súbitas. ¿Descuidos? ¿Fallas mecánicas? Lo mismo da: punto final.
Mentalmente meto reversa. Sí: allí la tengo y data de 1908. Una vieja colección de revistas en la que a comienzos de la era del automóvil un articulista hace una profecía aciaga: “muchas muertes se deberán a tan prodigiosas máquinas…” Más víctimas causa el cochesterol que el colesterol. Pero viendo al cielo sin nubes (¡‘tiepodeaguas’!) y luego de mi vago recuento de cenotafios –metiendo otra vez reversa mental–, me acuerdo de noticias frescas: ya es un hecho que el automóvil con su octanaje está cometiendo un atropello mayúsculo y terráqueo. ¿Ozono se escribe con ‘z’ de Zas? A darle pues y a ver quién instala el cenotafio…