Por Alvargonzález; 28 de abril del 2003
Cuentan los enterados en la historieta de la ‘suaveáspera’ patria, que durante el balístico tiempo de las muchas revoluciones amparadas bajo el solemne nombre de la Revolución Mexicana, regía una norma para el trato de prisioneros: “‘jusílenlos’ en caliente!”. No eran tiempos de gran humanismo, qué va, pero sí de gran efectividad amparada por una segunda y tácita parte de la consigna: “¡después ‘viriguamos’…!”.
Luego que la Revolución (las normas de ortografía políticas indican que se debe escribir con mayúscula inicial) se convirtió en régimen y con eso de que las costumbres nomás se modifican pero no desaparecen, el ímpetu del mandamiento parece que prevaleció con notables y concretos resultados. ¿Ves? Era cosa de construir en caliente y luego…
Si yo fuera ‘investigador’ ya me hubiera abocado a hurgar en el registro de variables turísticas (o como se diga) para verificar el cambio que se dio en la afluencia de visitantes a la ciudad allá en la frontera entre los años ’68 y ’69 cuando se mandó construir el edificio de la foto. Cuando lo conocí por razones y chismes que a cuento no vienen, estaba rodeado de campos en donde, entre otras cosas, se cultivaba garbanzo. Sí, la primera vez que acudí a ese lugar recién inaugurado, aún la zona tenía más tono de rancho que urbano. Y te decía que ignoro la reacción o impacto en el ámbito mundial y luego que en otros países se enteraron de que Guadalajara contaba con un flamante Centro de la Amistad Internacional. Imagino que a partir del anuncio empezaron a llegar vuelos charter cargados de viajeros deseosos, babeantes por conocer el punto; del aeropuerto directo a allí. Pero ¿ocurrió eso?
Como no soy investigador o analista puntilloso de las variables de época (¡saz!) sino simple hablador, por lo que opto y sin sostén académico (espero no se me caiga mi sinuosa teoría) de que el lugar es una muestra magnífica de ese “¡en caliente!” tan característico de la Revolución. ¿En caliente qué? Pues tú lo construyes y luego ‘viriguamos’ pa’ qué sirve. Y el catálogo de obras inscritas en ese rubro pudiera resultar de una exquisitez inmarcesible.
Ignoro si la idea del amistoso e internacional centro fue del ‘munícipenturno’ o de sus geniales asesores pero me gustaría que algún valiente defensor del proyecto nos explicara –a ti y a mí–, el “espíritu constructivo” (otro ¡saz! por mi profundidad insólita) del mismo. Prescindiendo de criterios estéticos, del si nos gusta o no, la simple curiosidad del ¿tuvieron alguna idea sus hacedores del acertijo que resultaría encontrarle uso y utilidad al cupular espacio y sus añadidos colaterales? Tal vez, la consigna del “¡constrúyelo en caliente!” no dejaba espacio mental para pensar en nimiedades como el uso real, no romántico, de un adefesio como ese. ¿Te gusta? A mí mucho, pero no sé para qué.
Gracias si me pasan una copia en PDF aunque no sea en caliente.
Saludos.
Ya está la copia en tu correo, Oscar. Gracias y saludos.
Por favor me interesa una copia pdf del libro, gracias!
Gracias, David. Ya la tienes en tu correo. Saludos.
Saludos, aunque no suelo comentar, si leo el blog, de seguro hay muchos más que también lo hacen. Gracias.
Gracias por tu comentario y por estar al tanto del blog, Isaac. Saludos.
1.- Un Centro de la Amistad Internacional subutilizado…
2.-Si me interesa una copia en PDF por favor de «Y mi Pueblo Zapotlán se hizo Ciudad Guzmán». Gracias
Saludos, Sergio. Ya tienes una copia en tu correo. Gracias.
Los fragmentos del papá de Alvaro que publicaron y que leí (como unos 3) en efecto no me interesaron. Es que escribe medio raro el señor, tedioso pues.
Felicidades por el trabajo que hacen al mantener esta página y gracias.
De que tienen seguidores, tienen 😀
Qué lástima que no te haya gustado el libro, Armando, pero por fortuna aún tenemos mucho material de Alvargonzález. Trataremos de subir un artículo cada semana. Saludos y gracias por tu comentario.
Buenos días. Gracias por seguir echando al aire (ahora por la internecia) la tinta seca de nuestro estimado Alvar González.
Saludes y a echar pa´lante.
Gracias, Axel. Aquí seguimos pa’lante y sin reversa. Saludes, pues.