Por Alvargonzález; 22 de enero del 2003
“Errando, errando, se aprende a… ¡errar!” solía repetirme mi maestro Sánchez Villaseñor. Y el más severo de mis críticos, mi padre, me dijo: “erraste al decir que Ahumada había sido General; fue Coronel…” Espero hayas visto cuando aquí mostré la casa del porfiriano gobernador cuya huella prevalece en la ciudad, y aprovecho el remendaje para mostrarte otra de las obras del Coronel: un monumento que pocos observan –las prisas, tú sabes, y los peligros de La Calzada ¿lo ubicas?–, y que en 1910 fue colocado allí por órdenes del entonces gobernador.
El monumento tiene cuatro caras –oriente, poniente, sur y norte (recuerda que soy obviólogo)–, con bien logradas esculturas en tono épico patriótico. Te las describo para evitar que te vayan a atropellar por andar mirando monumentos encapsulados por el tráfago moderno.
Hacia el oriente una doncella –supongo–, que tiene plegada elegantemente una bandera; pero a la hermosa y patriótica doncella le falta algo: una trompeta que primero fue de mármol y luego de latón antes de que el padre tiempo o el hijo ciudadano la destruyeran y la dejaran así con el brazo extendido en actitud desconcertante. Al poniente, otra mujer ataviada a la usanza clásica y con un legajo, supongo las leyes, apoyado entre su mano y rodilla izquierdas. Al viento sur el conjunto escultórico asume tonalidad feroz e imperial: en primer término un león rugiente, apoyado en un cañón, y sobre él el águila frontal con las alas extendidas (pre-carrancista y vigente hasta 1917), posada sobre el globo terrestre. Irradia ferocidad ese rumbo del monumento, y quizá signifique nuestra oculta y falluca vocación imperial. Pero lo mejor apunta hacia el norte… ¿Lo ves?
La Historia está hecha de hechos (tal cual) y de interpretación de los mismos. Ya en ocasión anterior traté de contarte algo de lo efímero de los tales hechos; pasan y luego viene la digestión de los mismos. En Calderón y en enero de 1811, te decía, el sueño de Hidalgo se convirtió en derrota y eso es innegable. El proceso digestivo-histórico nacional convirtió la derrota en acto glorioso y monumental, dada nuestra peculiar capacidad para maquillar a Doña Historia. Pero ¿los monumentos también son sujetos a interpretación?
Ignoro si el Coronel Ahumada y los artífices de la obra hayan caído en la cuenta de algo tan sólido como el monumento mismo: el Padre de la Patria, allí, señala al norte franco. Luego de la derrota de Calderón la decisión fue: “¡vámonos pa’l norte!” Como si aquel 17 de enero se inaugurara una tradición nacional prevalente: si algo sale mal pos nos vamos al más allá… ¡Al norte! ¿Interpretaciones erradas? Anda y mira para donde apunta…