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¿Héroas?

Y Luego…

Por Alvargonzález; 11 de septiembre de 1997

Quesque al aproximarse las fiestas patronales de un pueblo, los tres y me­dio redactores del pequeño periódico de la localidad se reunieron para tratar de sacar el mejor partido (noticioso) de la temporada. Así uno de ellos sugirió escribir algo sobre el Santo Patrón, a lo cual y de botepronto, el más avezado en labores periodísticas se atrevió a preguntar: “¿en favor o en contra?”. El cuento me rebotó en la duramadre –supongo que sabes que es la envoltura de la sesera–, y por las septembrinas fe­chas que corren. Poca sensibilidad tendría si desaprovechara este punto magnifico en donde trato de encontrar­me contigo, y me lanzara a contrapelo del calendario desoyendo que es sep­tiembre. Pero ¿en favor o en contra? ¿Cómo hablar de la suavepatria tan festiva? ¿Tan independiente?

Pero, te confieso, padezco de algo que no es raro en mí: revoltijo noticio­so. No bien acabo de sepultar a nuestra princesa (¿nuestra?), cuando la Madre Teresa me espera para que la acom­pañe en Calcuta al ‘requiescat in pace’. Las noticias son las culpables de que no tenga la serenidad suficiente para analizar el grado de independencia que hemos alcanzado en esta orilla del si­glo. ¿Mucha? ¿Poca? Dímelo tú…

Pero la transición noticiosa me ha recordado un asunto que tiene que ver mucho con el historión colec­tivo y con mi historieta particular: héroes y mitos. ¿Te acuerdas de una serie de tele que se llamó “Perdidos en el Espacio”? Pues los héroes, englobados en los mitos colectivos o particulares, son el único antídoto para no filmar ‘ad nauseam’ ¡perdidos en el espacio!

No hace mucho, en los campos ale­daños a la ciudad minúscula, deambu­laban los coyotes. Subrepticiamente se aproximaban a los caseríos periféricos y de pasada preñaban a las perras, y de tal ayuntamiento entre cánidos, se originaban unas criaturas de comporta­miento indescifrable. No sé por qué de esa zoológica forma puedo avizorar la idea que los griegos tenían del “héroe”. Sus dioses, habitantes periféricos de la mundanidad, de pronto engendraban al relacionarse con comunes mortales. De la unión brotaban seres de entremundos; extra-ordinarios individuos que anormanizaban la hermosa normalidad. Te digo, como aquellos perroyotes que trastocaban con su comportamiento aullante la paz del ranchito. Pero hace buen rato que los dioses del Olimpo dejaron de hacer sus expediciones amatorias y nos delegaron la hermosa función de elegir a nuestros propios héroes. ¿Tienes los tuyos? ¿La suavepatria tiene los que se merece? Sí, esos híbridos reverenciales más allá de la chatez humana y cuasi divinos, que hoyendía podemos hacerlos y ¡lo contrario!

¿Héroes? Tal cual se les llama a los que en el campo político dan su vida –al contado o en abonos– para defender su personal visión de “normalidad”. ¿Santos? Son lo mismo, pero en el terreno de la virtud. ¿Genios? Esos se lanzan por las vertientes del pensamiento. O sea que es difícil serlo… y mucho más aparecer como tal; macha cuestión histórica. Y fíjate, tan macha que a las héroas se les menosprecia con la denominación de “heroínas”, como significando con ello su derivación secundaria y mixtificada.

A la princesa que acabamos de sepultar (¿no estuviste allí en sus pompas fúnebres?), ¿en qué categoría la encajamos? ¿Héroa de qué? No me hagas preguntas difíciles, pero de lo que sí estoy cierto, es que sin marquetín no hay héroes en cualquiera de las categorías: políticas, éticas o pensantes. Y con todo respeto a la Madre Teresa, pero si su actividad no la reflejan los macro-medios, su quehacer humanitario hubiera pasado desapercibido como el de tantas otras religiosas que en la penumbra de su asistencia desinteresada han dado su vida y en asilos que nos son mucho más próximos que Calcuta. Conste que no le resto méritos a la Madre Teresa, ni le pongo a Ladidí (o ladi Diana de Gran Bretaña).

Anteriormente el proceso de heroificación –o de hacer pública la labor del presunto héroe– tomaba sus compases nada cortos. Tienes por ejemplo el septembrino caso de Hidalgo, quien en el 811 y luego de haber hecho una extensa declaración en la que afirmó que el movimiento que inició se le escapó de las manos, entregó su alma al Creador. Hurgando en papeles vetustos, los primeros datos que encontré de su proceso de heroificación, datan del 826, y me sorprendió encontrar entre sus principales promotores a un yucateco cuyo mérito principal sería el de llegar a ser ¡el primer vicepresidente de la República de Texas! Don Lorenzo de Zavala. Extraño, ¿no te parece? Mas en todo caso, buenos y largos años habían transcurrido desde el inicio de la revolución de Independencia –tal cual– y la presentación en público del Héroe. Recuerda: héroe sin marquetín es todo, menos eso…

Ahora, hertzio galopante, el proceso toma un parpadeo; igual para hacerlos que para lo contrario: arrinconarlos en la historia. Tienes el caso de la ex URSS, en la que los héroes bolcheviques ya no ajustaban para la modernidad, y tan fácil como enfocar las baterías de los macro-medios al borrón memorable; lo mismo en China con la figura del otrora imprescindible Mao. ¿Y qué me dices de la inmediata heroificación de Diana? ¡Zas! Cosa de minutos…

El culto a los seres superiores, que destacan por encima de la vulgaridad común, es algo imprescindible; asunto de primerísima necesidad, porque –al menos en mi caso– requerimos de modelos a seguir. Héroes y héroas, inspiratrices de lo mejor que subyace en el ser humano. Pero La Historia permite también decantar la proporción de humanidad y divinidad de esos seres, o determinar hasta qué punto eran simples mortales exaltados a veces por intereses sombríos. La Historia, fabricada a base de dogmas, resultaba no tan larga y demasiado rígida, y por lo tanto quebradiza e incapaz de ajustarse a la novedad del tiempo corriente, ¿septiembre? ¿Qué tanta independencia hemos alcanzado y luego del memorable Grito de Dolores? Creo que el proceso de maduración personal implica la posibilidad de analizar los figurones –héroes– que marcan el desarrollo individual, y así quien en la adolescencia nos parecía imitable, en la juventud tal vez no. Igual exigiría la madurez de un país: revisar el bronce de sus estatuas y encanarlas en la conciencia colectiva. ¿Héroes desechables? Esos no los inventé yo, sino la tele; lo de “revisables” es otra cosa que tiene que ver contra la funcionalidad nacional. Me da la impresión de que si funcionamos en-cuanto-a-penitas, es porque nuestra historia nos funciona igual.

Cosas de septiembre, y de una rudapatria con 187 años en proceso de despegue. Todo es cosa de paciencia y de no querer aprender de nuestra historia. Algún día, tal vez, el dogma deje paso para poder revisar un proceso del que somos consecuencia actual. ¿A favor o en contra? Digo, vamos a favor de México… La Historia no es lo que pasó… sino lo que sabemos de lo que pasó. Y si no lo sabemos, ¡puede volver a pasar! Táte bien.

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1 comentario en «¿Héroas?»

  1. Entonces la historia está llena de márquetin, es estratégico para el control político de quien la escribe.
    Deberíamos de ser laicos con la historia, para no ser fanáticos de héroes de plástico, pero mejor ser científicos, porque la laicidad es débil.

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