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Las Victorias

Por Alvargonzález; 26 de junio del 2002

De lo que me tengo que enterar para darle tono a nuestro encuentro bisemanal aquí. Así te confieso que no sabía que la muy usual y circulante palabra coche, proviene del turco ‘cochi’ y que significa “carruaje”. Y fui a dar a eso por culpa o gracia de las Victorias. ¿Victorias?

Ignoro, pero puedes ayudarme a aclarar el asunto, si el diseño original fue inglés, puesto que también recibían el mestizado nombre de Milords y que no son otra cosa que esos carruajes que aparecen en las fotos de dos tiempos muy distintos: en una borrosa de 1888 –de cuando la llegada del tren– se alcanza a distinguir una ¡Victoria! y semioculta por dos de a caballo. La otra es fotofresca y del mismo tipo de carruaje pero con otro nombre que, claro, sabes.

Faetones, landós, berlinas, calesas, cupés… Nombres de carruajes que con sus diversos diseños, tiros de caballos y capacidades, circularon por la ciudad hasta la llegada del automóvil. Entre todos el más popular la llamada ‘Victoria’ –modelo económico y funcional–, que igual se usaba para el servicio familiar como para ser “coche de punto”. ¿A qué te suena eso? A que estaban en un ¡sitio! preciso para ser alquilados. Coches de sitio…

Para efectos de clarificación y distingo, una ordenanza municipal allá por los veintes-treintas del siglo pasado, exigió que los “coches de punto” fueran pintados de amarillo. La carrocería en ese tono-tinte, y el toldo negro, hicieron que el vocerrón popular las bautizara con el nombre de… ¿Nunca viste –antes de que el quebranto ecológico los arrinconara– unos pájaros así en amarillo y negro llamados ‘Calandrias’? Y el nombre prevaleció.

Pero ‘pérate’, pues (así dice mi compadre Memo), con su nombre actual los tales carruajes remecen la memoria genética de la ciudad. Es un atavismo estorboso pero respetado en la urbe tan ‘encochenada’. Todavía –madera toco–, ni un minibús ha planchado calandria alguna; se les respeta con su trotecillo. Y más: ¿de qué color uniformaron los actuales ‘coches de punto’ en la Guadalajara setental? ¡De amarillo calandria! Te aseguro que no fue coincidencia sino memoria de un hecho olvidado… Memoria suprimida, dicen los especialistas. ¿Será?

Pero Juan Palomar tiene razón: ¡respeten el diseño original!

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