Por Alvargonzález; 18 de febrero del 2004
Desde muy chico me llamaron la atención. ¿Nos parecemos tú y yo? No imaginaba cómo o quién podría hacerlos (en algún sentido sigo sin saber cómo se hacen), ni por qué el de uno valía uno y los otros valían los números que venían impresos en el papel, siendo del mismo papel y lo único que cambiaban eran las tintas e imágenes impresas. Así y permíteme aclararte de comienzo que mi fascinación por los billetes –que de eso pretendo contarte algo hoy–, empezó por el rumbo de lo estético antes de convertirse en rompecabezas económico. ¿Te gustan? Ya me dirás que a quién no le gustan esos papeles transitantes, pero mi pregunta retoma la senda artística e incluso se convierte en invitación a que descubras en qué billete hoy aparecen las mariposas y los pescadores con Janitzio de fondo. O tal vez no hayas visto en uno de ellos el águila republicana que fue sustituida por el diseño que hizo el Sr. Gómez en 1917 y que la puso de perfil sobre el nopal. En ese sentido la pregunta ‘¿te gustan?’ asume otro rumbo un poco complicado puesto que el dinero en sí está hecho para circular, correr, y no para verlo en sus partes nobles sino simplemente en sus fríos y claros números. ¿Qué opinas de ese caballo también quizá hecho para correr pero que aparece panza al suelo víctima de un combate en el que poco tenía que ver? Por cierto, es un caballo de alta denominación en la billetera nacional.
De mi infancia a la fecha, he sido testigo de modificaciones notabilísimas en la hechura de los tales billetes; o en las figuras simbólicas que aparecen en ellos junto a los números. Yo no sé si te acuerdas o conociste los de diez mil pesos, con un Cárdenas que nunca en su vida fue tan guapo, o aquellos en los que Morelos y Doña Josefa aparecían con graves deformaciones craneales. Por cierto esos, los más horribles, fueron los primeros producidos en México y luego de la autorización de los autorizadores, en un sexenio que apuntó “arriba y adelante” y acabó en algo llamado ‘atonía’, cuyos efectos no concluyen.
Pero ningún billete tan extrañamente hermoso como el primero que puso en circulación el Banco de México en 1925, impreso en USA claro y con valor de cinco pesos. Durante 50 años fueron la moneda de uso –toda la serie–, pero ese billete encierra un misterio sociopolítico, o de las socias de un político. ¿La ves? Mejor dicho: mira que son dos. Si tú partes su rostro entre la zona sombreada y la clara, advertirás dos rostros, dos peinados o tocados y aun dos vestimentas. ¿Serían amigas del truculento Ministro Pani? ¿El Jefe Máximo ordenó esa obra de arte billetera y amatoria? La economía, una ciencia que raya en lo ficcional, está llena de misterios y los billetes como símbolos de más de algo, también. ¿Te gustan? ¿Contarlos, circularlos u observarlos? Ca’quien hace lo que puede, y dicen que nunca muchos son suficientes. ¿Será?