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Propaganda

Y Luego…

Por Alvargonzález; 4 de septiembre de 1997

La Historia es aquello que queda luego que se olvidan las noticias. ¿Será? Voy a hacer una prueba ciega, en la que tal vez el azar me apoye o me contradiga. Sucede que este diario se encamina hacia su 80 aniversario, y una buena forma de significar el peri­plo de ocho décadas es precisamente republicando planas que en su momen­to tuvieron contundencia, y que aparecen con su formato original precisamente en la página anterior de donde se ubica esta colaboración. ¿La viste? Pues revístala –o vuelve a verla, por favor– y dime qué porcentaje de esas punzantes y oportunas noticias está instalado en tu archivo histórico personal. Las noticias transitan al ga­lope diario…

Es más, ahora mismo se me ocurre que tal vez el Colegio de Muy Altos Estudios de lo Obvio, con sede en Tajima­roa, sea idóneo para ocuparse de un asunto: el elevado nivel de evaporación que tienen las noticias –que surgen con hambre de reemplazo–, y tal vez de pa­sada expongan en forma obvia ese oxímoron tan nutriente del mercado noticioso: lo peor es la mejor noticia. Me consta, por ejemplo, de diarios que comenzaron a venderse bien cuando la ciudad explotó en sus calles ¿Te acuer­das? Lo mejor es lo peor, y esa también es una obviedad con peso específico dentro de las arenas movedizas del marquetín, pues mientras la maldad no nos afecte en forma directa ¡disfrutamos de ella! ¿Tú no? ¡Recontra miseria humana!

Pero una cosa es el grado de evaporación de las noticias y otra su velocidad e intensidad propagantes. La velocidad es muy fácil advertirla, pues es ni menos ni más que los 360 mil ki­lómetros a que viaja la luz. Es una total inmediatez, que ha dejado muy atrás los siglos en los que las noticias viaja­ban a lomo de caballo –sí, veloces– y de posta en posta a través de los caminos reales. Ahora ¡saz!, mientras está pa­sando, gerundiamente nos podemos enterar. Más intrigante que el fenóme­no tecnológico de la veloz propagación noticiosa, me parece el aspecto anímico, o de cómo imperceptiblemente se nos involucra para hacernos partícipes y sentimentalmente vinculados. Esa, me temo, la función de la Propaganda (así, con mayúscula), de la cual la publicidad y el marquetín no son sino auxiliares supeditados. ¿Tú y yo envueltos en Propaganda? Me temo que un poquitín sí; lo suficiente como para estar involucrados en cultos reverenciales a los que en lógica estricta no tendríamos por qué estar adheridos.

¿Propaganda? No sé por qué pronuncio la palabra, y se me agolpan en la sesera personajes históricos que fueron maestros en su manejo. Sí, de ella, con toda su fina sutileza que dista mucho del brutal y directo manejo de los mensajes contundentes que hace la publicidad y que el marquetín trata de evaluar con precisión micrométrica. La Propaganda es un comonoqueriendo perfectamente intencionado, y quesque orientado en sus consecuencias. ¿Envueltos en propaganda? ¿Poquito?

Temudjín –a quien hace unos tres meses me encontré por casualidad en Canadá, expuesto por el gobierno Chino– empezó un poco tarde su carrera, pues la inició cuando ya tenía 54 años. Pero bien la hizo y fulgurante con la ayuda de su pueblo al que convenció de superioridad racial –mediante la propaganda interna–, y luego se lanzó sobre China y Rusia desde su Karakórum natal, con sus tártaros feroces. Una de las consignas de quien se renombró como Gengis Khan, era no dañar a las caravanas comerciales, las que aprovechaba como vehículo notificador –propagante– de lo que le interesaba hacer saber a sus potenciales enemigos. Hace ocho siglos Gengis sabía que además de un ejército disciplinado, requería del poder que conmociona la propaganda, y así cuando llegó a Pekín o Beijín, ya tenía los bandos rivales peleando por el poder. Es tan grande la influencia del Gran Mongol, y reconocida su capacidad para distraer al adversario, que en la gran batalla macro financiera y en el lenguaje de Well Street hoyendía, a los grandes ganadores de la contienda (vaya que es encarnizada) por las divisas se les llama así, tal cual: ¡Mogules! ¿Tiene algo que ver la propaganda con reblandecimientos y endurecimientos monetarios? Dímelo tú, que seguro conoces más Mogules que yo, y llamados así por el Great Mogul, Gengis.

Poco después de que el planeta desnudó su redondez geográfica, el Vaticano creó la “Congregación de Propaganda Fide”, o propagación de la fe –católica–, de uno a otro confín. Llegada la escisión de la Reforma, surge alguien que sin recurrir a la creación de un departamento específico de propaganda –el primero en la historia fue Propaganda Fide–, se revela como magnifica manejadora de esa herramienta; incluso uno de los Estados Unidos originales lleva como nombre el calificativo que ella misma impulsara en una de las fases de la lucha propagandística de aquella transición del siglo 16 al 17: Virginia. Ella, la Reina Virgen (cuya doncellez ha sido más que puesta en entredicho por esos científicos del chisme pretérito llamados “historiadores”) y cuya astucia y sagacidad fueran piedra angular en el surgimiento de un proceso expansionista que llegaría a abarcar la globalidad terrestre.

Ignoro si aún sea gratuita la entrada a la Galería Nacional de Arte en Londres, pero verla allí, bien compensa el precio de acceso (si es que ya cobran). Creo que el retrato es de autor desconocido, y aparece allí como un ser supra humano; el color de su tez resulta de una transparencia metafísica encantadora. ¿Bella? Esa sería una clasificación humana muy simple para alguien a quien el pintor situó en un más allá de la escala terrestre, y no podía aparecer de otra forma quien literalmente fue excelsa en la conversión de un Estado cuya debilidad era patente en la frontera con el Renacimiento, en uno cuyo poderío y talasocracia esplendió en todos los mares del mundo. ¿La intención de la Propaganda es la de modificar o unificar comportamientos, actitudes y aun criterios? Imposible que en este espacio te aporte mayores datos para sustentar mi opinión acerca de la genial Isabel de Inglaterra, pero un elemento que tal vez te parezca secundario, te dará idea de su trascendencia propagante: el llamado “saludo militar” –de uso común universal– fue la manera que ella estableció para las tropas ante la Reina, en una actitud totalmente reverencial que simbolizaba velar la mirada ante la monarca. ¿Símbolos? De ello se vale mucho la propaganda, y dentro del universo anglicano la monumentalidad de San Pablo en Londres rivaliza con la de San Pedro en Roma. ¿Conoces el San Pablo londino? (San Pablo, por cierto, fue el gran propagandista de la cristiandad). ¿Dónde estabas cuando aquella finísima maniobra propagandística –de un imperio en declive– metió a dos tercios de la humanidad, y gracias a la tele? ¿No viste a la would-be Reina velada y al lado de su príncipe, en ceremonia que arrancó más de una mexicanita lágrima? Corrían los felices ochentas, y la mexicanada boquiabiertos contemplamos (¿quiénes somos para salirnos del contexto mundial de la propaganda?) la Boda por antonomasia. La del “vean lo que no pueden ser”, y tal vez por disfrazar durante sexenios nuestro sistema monárquico como república; tal vez por no entender que la “estricta” separación Iglesia-Estado –tan propagandeada desde Londres–, resulta ser no tan estricta y sí espectacular. ¿No asististe, gracias al patrocinio publicitario de ¡la propaganda!, a la Boda del Siglo?

Sin mitos ni tú ni yo vivimos, y la propaganda se especializa en su creación, pero una vez hecho no puede regular el comportamiento, y así el mito se escapó de la prisión en que debía permanecer. Cualquiera en Londres, sabe dónde viven los prisioneros… del palacio.

¿Propaganda? En un país en donde el crecimiento demográfico es aterradoramente bajo, la Princesa se embarazaba y ¡aumentaban los embarazos! ¿Propaganda? Los peluches del canal del penacho son una imitación malechona de ‘Spitting Image’, que a mediados de los ochentas reflejaban una animadversión a la llamada “Familia Cara” o costosa, con un grado de ponzoña insospechado con los monigotes grotescos, que imitaban incluso su bulimia real y conocida. ¿Vomitan las princesas? Con todo su papel didáctico de mito, la propaganda había adoptado a un frágil ser humano; la intención inicial había sido –tal vez– decirle al mundo que “Dios aun salva a la Reina…”, y que Inglaterra aun es un león musculoso. Reino Unido ¿con una monarquía craquelada?

La Propaganda la hizo y ella, una buena noche… ¿Asistirás a sus funerales? Los patrocinadores nos aguardan y la propaganda también. Yo tengo fabricado mi pretexto: quiero asomarme a ese Londres en donde la vi en desfiles parlamentarios en alguna ceremonia oficial (cuando de la Madrid fue), e incluso entrando a un mundano desfile de modas. ¿Hermosa? ‘De mortuns nisi bonum’, diría el latino: “que allegados son lo mismo los que viven de sus manos, que los ricos…”, y eso, hace seis siglos lo escribió Manrique ¡Oh, miseria humana!

Táte bien, y luego… te busco.

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