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Transportista

Por Alvargonzález; 8 de enero del 2003

Nomás con ponerle apellido, el nombre del Santo asume relevancia continental y local. ¿Acaso no se apellidó Colón el Cristóbal que dio de frente con las Antillas? Eso en parte refleja lo que ‘hoyendía’ el ‘marquetín’ denomina ‘penetración’: durante muchos siglos el santo gozó de gran aceptación en el mundo cristiano y su nombre lo llevaban no pocos como el ‘antesdicho’ de las Carabelas, y De Oñate, de los fundadores de Guadalajara.

Ya en alguna ocasión he tratado de contarte sobre la devoción por San Cristóbal de la Guadalajara colonial, y que incluso tuvo calle amparada por la imagen del también llamado Cristóforo. Tres templos aquí lo pusieron como ornato de sus fachadas lo cual también muestra la relevancia del personaje legendario y fortachón. ¿Lo ves? ¿Quién fue?

Dejo en manos de historiadores eclesiásticos fundamentar lo que de él se contaba: que era un gigantón que dejó de prestar sus servicios al rey luego de ser convertido al cristianismo por un ermitaño. En principio trató de buscar a un maestro más fuerte que él para seguir ejercitándose, pero a poco decidió dedicarse al servicio social. ¿Haciendo qué? Ayudando a viandantes a atravesar un río –sin puente, claro–, y para así auxiliar al prójimo. En esas andaba cuando un niño (¿qué estaría haciendo por allí un niño abandonado?) le pidió que le llevara a la otra vega y sobre su hombro lo puso el gigante. En medio de la corriente sentía que se hundiría a causa del peso y nomás al alcanzar la orilla le reconvino haberlo puesto en peligro, con aquello de “sentí el peso del mundo todo sobre mí, que eso o más pesas tú…” El misterioso niño simplemente le respondió: “qué te maravilla si no solamente has cargado al mundo sino también al que le ha creado…”.

De allí lo de Cristóbal o Cristóforo, literalmente el transportista de Cristo. Pero la historia concluye cuando por el año 250 el emperador Decio, poco respetuoso de la libertad de expresión interrumpió las prédicas del converso gigantón mandando ejecutarlo.

Tan buen nombre tuvo el santo, que hasta calle se le asignó aquí: la que ahora va en González Martínez y luego de que incluso se republicanizó el nombre del santo llamándole Calle de Hércules. Vaivenes, costumbres, como el simpático hecho mostrativo del nuevo mestizaje por el que Cristóbal se ha convertido en la multiplicación de los Christopher en el Registro Civil. ¿No qué no?

Allí está, en la esquina sureste del templo de Jesús María. Por favor míralo y advierte la rotundez del pequeño niño ¡qué panzón! sobre su hombro. El gigante agobiado por ese infante que casi lo hunde…

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3 comentarios en «Transportista»

  1. Ignoraba por completo la historia del representado por la estatua en la esquina del tempo Jesús María.
    Saludos y nuevamente gracias por compartir.

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