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¿Ganó el General?

Por Alvargonzález; 24 de septiembre del 2003

La escena, historiográficamente, es excepcional: finalizaba 1860 y voceado por todas las campanas templarias de la Gran Ciudad hacía su entrada triunfal aquel a quien los entonces corrientes tiempos habían llevado de tinterillo en el Teúl, a general vencedor absoluto de Miramón y los conservadores. Desde un balcón en la calle de Plateros, observaba el regocijo popular otro general –ese sí de carrera y charretera–, receloso (y rete celoso) de lo obtenido por el improvisado militar ¡que había logrado lo que él no pudo! De hecho, y bien lo sabía el del balcón, el pueblo lo había bautizado como “el general de las derrotas” y tú sabes que en términos muy generales (y civiles) el éxito ajeno punza a bayoneta calada.

De pronto el zacatecano detuvo su marcha e invitó al de Guanajuato a bajar y acompañarlo. ¿A dónde? A donde se celebran en este país las grandes victorias… contra otros paisanos (especialidad de la casa desde el 19): a Palacio Nacional. Jesús González Ortega, el vencedor en Calpuluapan, pidió a quien en sus campañas obtuvo puras golizas en contra, a Santos Degollado, que entrara con él al templo mayor republicano. Noble gesto del abogadillo devenido en brillante general. ‘Buenonda’ ¿no crees?

Cambio de escenario en el Gran Teatro de la República. Cuando Jacobo Gálvez inmerso en la moda neoclásica lo proyectó, se llamaría “Juan Ruiz de Alarcón” en honor del contrahecho autor mexicano que demostró en España que el genio también germinaba en esta orilla Atlántica. Eran tiempos de crisis (¿te suena la palabreja?) que no auguraban el buen flujo de oro para poner algo más que la primera de las muchas piedras necesarias para su construcción. Ritual añejo: el ‘goberenturno’ firmó decreto y luego la prima Petra y poco a poco las demás fueron añadidas –de acuerdo al muy genial proyecto– hasta que la obra fue concluida. Luego del primer nombre, aquello acabó en “Teatro Degollado”, en honor del guanajuatense que gobernó Jalisco (1855) y que fue buen político (sigue leyendo por favor), pero como general bastante abandonado por el dios de los ejércitos.

Cambio de escenario: vamos al teatro de las operaciones… financieras y a la foto. Una enorme mansión sobreviviente de remodelaciones urbanas en el ‘parvializado’ Hidalgo. Misteriosa casa, que cuenta con un anagrama que no he podido descifrar, en su tímpano neoclásico, y que fue el regalo que hizo ‘el general de las derrotas’ a su hijo Santitos cuando contrajo matrimonio. Nada mal. Te digo: una cosa es ganar en el campo de batalla, y otra obtener ganancias en el campo de la política. Nada mal mi general: algo ganó a pesar de sus derrotas. Le agradecemos el teatro y esperamos su hijo le haya agradecido el regalito, que allí está espléndido por fuera y misterioso por dentro. Como los políticos.

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1 comentario en «¿Ganó el General?»

  1. Con ganas de que este relato estuviera afuera de esta construcción, a modo de explicación no pedida para el público, cuánta falta nos hace Álvar, ya aunque fuera ir a tocar en esa casa para pedir permiso de clavar o pegar un cartel con este maravilloso y único relato, digno de todos conocer.

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