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¡No que no!

Por Alvargonzález; 6 de noviembre del 2002

Hace un par de semanas la muy gentil Corina –amiga y colega–, me hizo el muy apreciado favor de recontar lo que había dicho tu inseguro servidor (yo) en una conferencia. Y eso encaja con la imagen que inicia nuestro encuentro hoy porque Corina puso el acento sobre un fenómeno que denomino ‘el pompeyazo’ y que no es otra cosa sino que en el siglo 18 se descubrieran los restos de Pompeya y que con ello dieran inicio dos cosas: la arqueología moderna y el surgimiento de lo que en arquitectura se denomina ‘neoclásico’. Como aquí no se trata de conferencias simplemente te digo que nuestro Teatro Degollado es hijo justamente de eso: del redescubrimiento, vía Pompeya, de las glorias de la arquitectura griega. ¡El pompeyazo nos alcanzó y las pruebas sobran!

Ahora te esbozo una simpática teoría que tengo sobre La Historia: ella es recopilación de con-secuencias. Condicionantes –previas, claro está–, que derivan en hechos concretos. Pero, dirás, todo ese rulo preliminar ¿qué tiene qué ver con la foto? Muchísimo, y ahora mismo trato de probarlo.

Te hayas enterado o no, el llamado Renacimiento fue una cachetada que despertó a Europa del sopor medieval. Pero con eso de que –reitero–, la tal Historia es con-secuente, el furor renacentista debió tomar elementos previos para edificar su modernidad. Egipto reapareció ante los ojos europeos como una civilización multisecular y gloriosa, con sus propios símbolos de eternidad. Nada más inevitable para la presunta modernidad que tomar elementos prestados para su propia factura o hechura, y por ello empezaron a aparecer obeliscos en las ciudades ‘serias’: en la Plaza de la Concordia parisina, uno importado directamente de Luxor (sin consentimiento del país de origen); justo en el ombligo vaticano, otro, monumental y sin miramientos de ortodoxia pues –supongo– las deidades egipcias poco tenían qué ver con cristianismo alguno. A la orilla del Támesis, y luego de un primer intento que acabó en naufragio, otro monolito con mensajes de amor de Ramsés a una de tantas Cleopatras.

El mensaje urbanístico claro y renacentista, prevaleció: ciudad seria debía tener obelisco. Así en Washington uno ficticio y monumental; en Buenos Aires, otro, tamaño argentino, claro. No te hago el cuento largo: el ‘Egiptazo’ le cayó a Guadalajara apenas el siglo pasado y por rebote ‘modernista’. Ahitá, bien hecho y ¿tamaño oficio? Símbolo rascaceleste y egipcio para que no se dude que Guadalajara es seria. Que la ‘modernidad’ vaya a destiempo ¡eso es otra cosa! Pero ¿no qué no tenemos obelisco?

Algún día, espero, entraremos al re-nacimiento urbanístico a tiempo. Más vale.

 

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1 comentario en «¡No que no!»

  1. Bueno saber de donde lo importaron. No me gusta, no le veo la estética o el interés por ningún lado, desperdicio de espacio y talento. Si así replicásemos a las pirámides (tanto egipcias como Mayas) ya hubiésemos RE Nacido como país.

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