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¡Pssssiga!

Por Alvargonzález; 26 de mayo del 2003

Tengo por allí (?) una postal en donde se ve la novísima Av. Juárez a pocos años después de ser inaugurada con su anchura ‘formidable’. Indudablemente el objeto de la foto y la tarjeta era que el receptor percibiera con asombro la nueva ‘broadway’ tapatía (o ‘calleancha’ en nuestra lengua), tan amplia que era de ‘idivuelta’ e incluso tenía espacio suficiente para que los megalíticos autos de la década cincuental pudieran estacionarse en ambas bandas. ¡Guadalajara a la  altura de la modernidad!

Dilema: o me pongo a buscar la desteñida postal o trato de describirte por qué me acordé de ella. Opto por lo segundo porque para mí  el asunto cautivante  de la añeja imagen, no es la ‘novedosa’ avenida recién ensanchada, sino la presencia  de un agente de tránsito en pleno mediodía que baja de un taburete desde donde –supongo–  estaba dirigiendo el tráfico en la esquina de Parroquia (hoy Glez. Martínez). El ‘tamarindo’ –así se les llamaba por el color del uniforme– deja su puesto y todo parece fluir; el del uniforme parece ser como yo: totalmente prescindible.  Nomás quiero que imagines lo que sería del tráfico en nuestro acogollado  parvial posmoderno sin elementos reguladores del tránsito de vehículos cualquier mediodía, hoy. ¡Caos total! Si con ellos…

Podría contarte que fue un invento inglés hijo de la revolución industrial y de los ferrocarriles a mediados del siglo 19. Pero como no se trata de que te pongas a buscar en un plano de Londres dónde queda New Cross Gate, prefiero remitirte a la planta urbana y encaminar tu atención hacia Pedro Loza y Morelos. Allí, en 1932 fue inaugurado –tal cual– el primer semáforo local y dotado con tecnología digital; sí, con sus dedos-dígitos un ‘cuico’ (palabra eminentemente local) accionaba un ‘switch’ (palabra eminentemente inglesa) para cambiar discrecionalmente de rojo a verde y al revés. ¿Por qué allí y entonces? Para aclarar tus dudas contacta al Dr. Pío V. González, director de tránsito al tiempo y ordenante de su instalación en el remoto 32.

Vuelta con la desteñida y extraviada tarjeta que muestra, créeme, que 20 años después del primero los semáforos no eran artículo de primera necesidad. Luego aparecieron los de la segunda generación –la base del de la foto delata que es uno de ellos–, y solo en algunos puntos del centro. Pero pasada la frontera del año 70 empezó la multiplicación: más, más y más; sincronizados, inteligentes o no, es otro asunto, porque  con sus luces cambiantes tal vez los rebase en su intención una ciudad cuya tasa de natalidad automotriz da a luz miles más y más de autos cada año. Mientras eso siga lo que sigue es ¡psssaaabe! Ni pensar en poner en rojo-alto el auto boom. Entonces ¡más semáforos!

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