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Balance

Por Alvargonzález; 30 de diciembre del 2002

De pronto -un parpadeo- el año capicúa concluye. Termina un año que numéricamente fue legible de ida y vuelta, lo cual me da la justificada oportunidad de cometer algo frente a tus ojos puestos sobre las líneas que voy hilvanando. ¿No te molestaría si aprovecho esta buena fracción del diario para hacer un experimento capicúa? Es decir, describirte a grandes rasgos y mirando por el retrovisor lo que fue profesionalmente mi año.

¿Mi profesión? No sé si te lo haya dicho con anterioridad pero soy ‘verbotraficante’. Sí, tal cual aunque raro te suene: compro, cambio, modifico, comparto, vendo y aun me robo pues mías no son, eso: palabras. La verba sustantiva es fundamentalmente mi oficio, si bien te confieso que a lo largo de buenos años he verificado la sabiduría del adagio castellano que reza el “si quieres hacer dinero, del libro mantente lejos”. O sea que la profesión perfecta no existe, pero yo no me imagino haciendo otra cosa; profesando nada más que mi polifacética actividad que implica quehaceres conexos pero diversos.

Por ello durante 37 semanas, acompañado por mi vieja (cámara) he peripateado la ciudad y sus alrededores para tratar de contarte al pie de una imagen más que menos bien lograda -salvo tu opinión-, lo que con sorpresa voy encontrando. Soy un contemplativo que gracias a la maravillosa oportunidad que me ha dado este diario -te repito eso de las 37 semanas, lo cual se traduce en 74 apariciones aquí, buscando tus ojos- trato de compartir contigo lo que mirando por allí voy encontrando y que tiene que ver con nuestra hechura urbana común. Imágenes que son el complemento directo de mis decires y que tratan de ser testimonio innegable.

¿La que aparece hoy? Desconcertante pero tiene que ver con una faceta de mi oficio. Dicen que uno de los grandes miedos es el de hablar en público ¿lo has experimentado? A lo largo del año di algunas memorables conferencias: una en la que sostuve temerariamente que el folklore ya desapareció por culpa del ‘marquetín’ y no repito lo que dije entonces; otra más en la que mostré la hechura primigenia y templaria de la ciudad… Pero la más fácil -por el tema- fue aquella en la que estuvieron presentes (entre otros muchísimos) esos dos personajes que aparecen a mi lado. Con eso de que nadie sabe a ciencia cierta qué es, resulta fácil hablar de ¡la muerte! Ese encuentro tan próximo con ella me dejó una certeza estadística lamentable y gloriosa: en cien años nadie se acordará de nosotros. ¡Oh miseria humana! ¿Apuestas?

Volar con la lengua… Deporte extremo que gracias a cierta frecuencia he podido practicar durante más de 300 horas el presente año en las ‘madrugadías’. Soy, te digo, ‘verbotraficante’ polifacético y cerrando el año mi gratitud sobre todo a ti por permitirme serlo aquí. ¿Seguimos?


Transcripciones de algunas conversas radiofónicas de Alvargonzález aquí; Transcripciones

Más de Alvargonzález en; www.gatofuentes.com/ ‘Escritos de amigos’.

Venta de los ‘Cincuenta Recuentos’ con Mario o Fabián en el puesto de periódicos ubicado en Américas y Morelos, abierto todos los días de 8 A.M. a 9 P.M. O en López Cotilla 813, entre Camarena y Rayón.

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3 comentarios en «Balance»

  1. Ay Alvar, de verdad no tan solo se trataba de “saber” manejar una cámara, sino emitir una imagen salida de la sesera. Con la razón de siempre, no somos casi nada en materia pero aún queda el componente intangible, expandible, con el que te sigo venga lo que venga. Imposible reducir a una frase la vida, solo a Alvar le permitía su octava parte de oficio hacer estas indagaciones.

  2. De mal gusto la foto. Alvar siempre refuto la opinión extranjera de que el mexicano se ríe de la muerte, y es sorprendente la cantidad de pericos de la radio y TV que la repiten. Considero que debe de existir una recopilación de epitafios más significativos o interesantes para Alvar, ya que a él le interesaba mucho visitar panteones para descubrir epitafios sorprendentes. Qué bueno que algunos de nosotros se salga de las estadísticas y si sea recordado por más de 200 años, pero más importante que todos sepamos vivir el presente que es el resultado del pasado y forja el futuro.

  3. El Vallero sigue cabalgando en espíritu por su adorado valle de Atemajac, y sus palabras resuenan con actualidad. El año acaba y con él se quedan atrás sueños frustrados, propósitos no terminados, palabras no dichas. Pero también momentos felices, metas logradas y sueños convertidos en realidad.

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