Contemporáneos (2)

Por Alvargonzález; octubre de 1997

El maestro Martí Ibáñez insistía en eso, en la sutileza de poder ser contemporáneos -vivir el mismo tiempo-, sin ser coetáneos. ¿Cuántos años tienes? Prescindiendo de tu edad, supongo que aquí estamos viviendo el cierre de siglo. ¿O no? Mas pareciera ser ley de vida el hecho de que al aumentar la edad cuesta más trabajo entender la modernidad, y si bien mis padres me formaron tratando de que fuera yo mismo inserto en la ajenidad social, respetuoso de los otros, al cruzar mi frontera cincuental me cuesta trabajo vivir al día, ser un contemporáneo actualizado. ¿Internecia cibernética? Soy analfabeta confeso en computación. ¿Globalización macroeconómica? Mi persecución cotidiana del salario mínimo no me deja espacio para sentir las bendiciones de la economía globalizada. Pero eso no me excluye de la obligación que conlleva el ser contemporáneo: tratar de ajustarme a los tiempos que corren. Pero te decía; mi padre y la Constitución son coetáneos. ¿Contemporáneos? Buena cuestión.

Prescindiendo si Carranza invitó a las demás facciones revolucionarias -también mexicanas- a formular la Constitución; prescinde si sólo dos meses fueron suficientes para legislar sobre la vida futura de millones de mexicanos por-venir; prescindiendo incluso del anecdotario constituyente de la Constitución (debían de ir a buscar a los diputados para ajustar el quórum mínimo aprobatorio), me pregunto si es contemporáneo -su ajusta al tiempo presente- la Carta Magna. ¿Carta Magna?

Te digo: La Historia es un delicado juego de palabras; encierra incluso preciosas imprecisiones. Hay una isla en el Támesis llamada Runnymedde, y allí el 15 de junio de 1215 -siglo XIII- se firmó la Carta Magna. Magna Carta, dicho en latín y porque en ese idioma está escrita. Un día caite por el Museo Británico y la ves, con toda su magnitud y la firma del Rey Juan.

Sucede que Ricardo Corazón de León se fue a las cruzadas y dejó el reino en manos de su hermano Juan sin Tierra; ambos se parecían mucho, pues eran pésimos para la guerra, sólo que Juan era mucho peor para la administración pública. Y allí, en aquel islote, acorralado por sus vasallos, debió firmar esa carta-compromiso en la que definía con una precisión insólita, los poderes del monarca. En ella aceptaba que los seres comunes y corrientes tenían derechos contra la tiranía, y ese documento medieval no es en el fondo sino una proclama y defensa del ser individual y agrícola contra los abusos de los insatisfechos de posesiones, siempre amparados por un “más, más y si más, más”. Eso es: defensa del que no contempla la felicidad como un extensivo e inacabable acto de poseer, sino como la posibilidad de vivir honrada y honestamente de su trabajo. Protección contra la ambición de los nobles tiránicos, era la función de la Carta Magna inglesa firmada aquel remoto 15 de junio (que luego de la reforma gregoriana al calendario tampoco coincide. ¿Es la historia cuestión de fechas rígidas?).

O sea que el nombre que se le otorga a la Constitución del 17 viene de muy lejos: desde Runnymedde, y de ninguna manera más allá de ser documento fundamental, los ingleses le consideran contemporánea. Y de nuevo la misma cuestión: ¿Nuestra Carta Magna lo es? ¿Con todas las liposucciones y cirugías plásticas, lo es? ¿Sirve para que ante la Ley -que debe ser legible y no confundible-, ningún mexicano sea menos que otro? Con sus 80 años bien cumplidos, ¿es contemporánea?

Continuará…

Transcripciones de algunas conversas radiofónicas de Alvargonzález aquí; Transcripciones

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