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El Remington (II)

Por Alvargonzález

La violencia visita la casa

En una irrupción de las fuerzas de Barajas a la villa de San Pedro, suegro y yerno animados por el alcohol decidieron finiquitar las añejas rencillas con el vecino del rancho y no tuvieron mayores dificultades para localizar su casa ni para ingresar por la puerta entreabierta, tras la cual el cancel del zaguán tampoco fue obstáculo por estar emparejado. Al irrumpir en el comedor de la casa las inesperadas visitas, y luego de ser reconocidas fueron recibidas con sorpresa y con alarma o en el sentido más exacto del término: con-las-armas y con ellas disparando respondieron padre e hijos el violento saludo de los visitantes. Cayó herido de muerte el suegro del cabecilla Barajas, y éste a su vez le dio varios balazos al sorprendido padre de familia que momentos antes merendaba sin sospechar la aparición de su rival.

El trágico resultado de aquella visita fue que en el lugar mismo quedó muerto el visitante, y el agredido luego de ser llevado de urgencia a Guadalajara en un veloz tranvía a fin de recibir atención médica, en la madrugada expiró. Aquel hecho doloroso, violento y sin más explicación que un problema remoto de linderos resuelto a la usanza del tiempo, dejaría sin duda una traza imborrable en un individuo adolescente que en su propia casa había presenciado el enfrentamiento entre ‘carrancistas’ y ‘villistas’ tan incomprensible como el resultado: su orfandad. ¿Traumas? Ya tendríamos que echar mano de experimentados sicólogos para que nos expliquen la forma en que las vivencias de todo tono y experimentadas durante la infancia y la adolescencia moldean al futuro adulto. Al hecho familiar o personal se sumó el que los ‘villistas’ con los que se habían solidarizado familiarmente, iban en franca declinación -estamos hablando de 1915-16, y que no eran los mejores tiempos para depender económicamente de las actividades agrícolas. Por si algo faltara la llamada ‘influenza española’ llegó a la ciudad y sus alrededores y ella acabó con la vida de los dos hermanos menores del Remington. ¿Suma de elementos y resultado?

Un muchacho sombrío y taciturno influenciado por esa experiencia estrujante y caladora: la muerte. ¿No sería un sentimiento profundo de venganza el que re-compondría al personaje que pocos años después emergería del sombrío adolescente? ¿El sentimiento de ‘desquite’ no moldea más de una vocación humana?

El hermano mayor asumió el papel reglamentario que la tradición judeocristiana adjudica al primogénito: Suplir al difunto padre. Él asumió el control del rancho, sustento familiar, y comenzó a realizar su función con relativa eficiencia a pesar de las dificultades. En una ocasión al regresar a casa descubrió a su hermano menor frente al espejo en la recámara y jugando algo un poco extraño; desenfundando un par de pistolas que se había calado en los cuadriles y haciendo con la boca ruidos semejantes a disparos. “¿Qué haces?” -le preguntó-. “Nada. Practico pa’ cuando lo vaya a necesitar…” Indudablemente estaba ensayando para realizar el papel que la vida o él en su vida, se adjudicaría: el de pistolero. El hermano mayor a quienes llamaban familiar y cariñosamente Tata ni se molestó pues al fin y al cabo aquello encajaba en el tiempo corriente: hijos ambos de su tiempo.

Ya al filo de sus veinte años el joven empezó a perfilarse profesionalmente y entre el rancho y la ciudad. “¿No te gustaría estudiar algo”? -le preguntó el primogénito en alguna ocasión-. “Pa’ qué si ya sé lo que tengo que saber: lazar, ‘coliar’, ‘jinetiar’, tirar y bien ‘lentiendo’ a los gallos y a la jugada…” El mismo Tata había sido testigo de la transformación del hermano y de cómo había cambiado de adolescente callado y ensimismado para pasar a ser el joven apostador en las peleas de gallos, pendenciero, enamorado, gente de a caballo. Macho y sin miedo, pues nadie que no sea eso -dicen-, se le monta a un becerro empretalado. En el fondo o no tanto, el Tata se sentía orgulloso ‘noleaunque’ la preocupación que como buena madre expresaba la suya al darse cuenta de las aficiones del hijo.

La violencia había llegado a su casa a temprana hora de su vida, y ella le había marcado; ella le había ido a buscar y parece que se quedó a vivir en lo más profundo de su ser.

Continuará…

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4 comentarios en «El Remington (II)»

  1. ¡La historia del “Remington” me parece muy interesante, no se si ha sido publicada en comic, pero me parece digna de ser publicada en una revista de historieta! como dibujante es mi punto de vista, Gracias.

  2. Luis Javier Mora Díaz

    Saludoa! Estimados lectores, y a nuestros diligentes trascribanos que actualizan la pagina del “Vallero”. Mi duda es si la reunion en “La Berinta” es el primer sabado de cada mes y la hora es muy importante, gracias tengan un buen día.

  3. No me deshago de los posts que me llegan al correo del señor Alvar, limitaciones del trabajo-tiempo me hacen postergar la lectura pero desde hace unas semanas me doy tiempo y realmente las he disfrutado, voy a estar más atento de las convocatorias que hacen, esa del día 4 no me enteré, estaré más atento, gracias.

  4. Los momentos en los que vive un personaje y se desarrolla son tan fugaces como los mismos en donde se desarrolla una sociedad. En 1792 se inaugura el centro científico más importante de toda las Américas: el antiguo Colegio de Minería, fue en esos tiempos en que los gringos aprendían el español para venir a estudiar con Fausto Elúhyar, Humboldt, y todos los genios de Freiberg.
    Hoy de nuevo el miedo visita la casa, mas esta vez el bandido se ha colado de un sopetón a los muchos lares del mundo.
    Es el fantasma del terror que PRISA y Rupert Murdoch dan a conocer: como existe su progenie en México, compañías televisivas que se miran al espejo tratando de imitar el patrón del asesino de almas que les dio el patrocino de la vida.

    Y no sólo es Carlos Slim el culpable de la violencia que hoy visita la casa… porque el Art. 28 de nuestra constitución está allí…
    como el arma que porta la justicia esperando a que la cohesión de un pueblo le de la pólvora.

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