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Verbo Libre

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¿LA REVOLUCIÓN? Escrito así con mayúsculas y de acuerdo al recuento oficial de la historia del siglo 20, resulta ser la suma de muchas revoluciones o enfrentamientos que se sucedieron a partir de 1911, si bien la fecha simbólica de sus inicios -también en la versión oficial- es el 20 de noviembre de 1910.

El asunto englobado en el nombre genérico de ‘La Revolución’, asume una gran complejidad cuando se observan con detenimiento las fracciones que integran el todo monolítico que se convirtió en el supuesto sustentante de una estructura política. Fracciones y facciones de lo que en su momento Azuela llamara ‘¡la bola!’. Caudillos y caudillejos que amparados en teorías o planes políticos no siempre claros, de pronto eran aliados y a poco eran enemigos irreconciliables tratando de destruirse mutuamente. Generales cuya procedencia humana era de lo más diversa y cuyas intenciones de lucha por el supuesto bienestar del pueblo no siempre disfrazaban lo suficiente la verdadera intención: el poder a cualquier precio, aunque este tuviera que pagarlo el país.

Cuando el 8 de julio (fecha que sin año: 1914, se convirtiera en nombre de calle en Guadalajara), entran a la ciudad las llamadas ‘Fuerzas Constitucionalistas’, el jefe de las tropas victoriosas que actuaron en forma brutal (¿genocida?) contra los elementos de un ejército federal ya en desbandada; el general triunfador desde el balcón central de palacio pronunció un memorable discurso en el que nombraba a Jalisco como “el gallinero de la república”, haciendo con ello alusión a la minusvalía de sus gentes. En ese 1914 supuestamente defendía los principios del llamado Primer Jefe Constitucionalista del país: Venustiano Carranza. Apenas unos años más tarde el brazo armado de Carranza se fue directo y con todo el peso de las armas contra el mismo aliado de antes, aquel cuyo título de constitucionalista en principio no pretendía señalar a un factor -hacedor-, de una nueva Constitución sino al defensor de la de 1857. Y fue cuando el general Obregón regresó a Guadalajara ya en su camino franco hacia la silla presidencial, cuando el ‘Verbo Libre’, un pequeño periódico local y su director, se atrevieron a creer que era cierto lo escrito ya en la Constitución de 1917: ¿libertad de expresión? Ciertamente no fue una de las características de las muchas revoluciones que fueron la llamada Revolución Mexicana.

Por todos los rumbos de la geografía nacional el bronce se multiplica haciendo homenajes a los llamados Revolucionarios. Pero ¿quién habla de los ‘revolucionarios’? Sí, de aquellos que como decía Luis González y González mucho perdieron por tratar de encontrar congruencia o lógica a un movimiento amparado bajo la hipótesis del sufragio efectivo y la no reelección, en el que los revolucionarios triunfadores iban moldeando los supuestos principios básicos de acuerdo a sus aspiraciones de poder.

Aquí reproducimos el artículo publicado por ‘Verbo Libre’, y publicado cuando Álvaro Obregón visitó la ciudad en 1919 durante la supuesta campaña proselitista para ocupar la presidencia de la República, y que le costó a su autor que le destrozaran la cabeza a martillazos; revolucionaria recompensa a Francisco Rangel que se atrevió a desafiar con su pluma a quien nunca vaciló en eliminar a quien se interpusiera a sus ambiciones señaladas en forma tan clara con aquella su presunción de tener muy buena vista: “desde Náinari (Sonora) veo perfectamente el Castillo de Chapultepec (entonces residencia presidencial)”… Ay de aquel que empañara su visión…

Álvaro González de Mendoza.

 

UN PERIODISTA DE JALISCO, EL PRIMER ANTI-OBREGONISTA

 El periodismo independiente, ha tenido siempre izada su bandera en el pensamiento jalisciense.

Muchos son los nombres de los escritores que en diversas épocas se han enfrentado con los poderosos del poder, la influencia o el dinero. Unos, combatiendo con su pluma al porfirismo y otros, han venido fustigando a los diversos regímenes revolucionarios.

En nuestra provincia, la vida periodística también ha evolucionado. Allá por 1905, la redacción era un pequeño cenáculo de camaradería y de bohemia, en donde el Director y los redactores, convivían alrededor de una mesa enorme y escribían a mano las cuartillas.

Para 1916, en que aparecieron nuevos vehículos de publicidad, se redactaba ya sobre las máquinas de escribir y, aun cuando comenzaba a conocerse cierta distancia entre el Director y redactores, éstos convivían aun en un ambiente de camaradería, aunque ya no de bohemia, porque los sueldos eran más seguros. Y ya para 1920 y 1930, se habían organizado verdaderas instituciones, en donde predominaba el culto a Mercurio y en donde comenzaban a menguar la camaradería de los redactores, predominando las categorías y el dinero. Y de 1940 en adelante, los periódicos fueron comercios de altura, dirigidos por individuos que, sin saber nada de periodismo, ni sentir la sagrada y rebelde profesión, conocían la forma de conseguir anuncios, dádivas y subvenciones, que convertían a los periódicos en títeres amordazados o en eunucos enriquecidos. Y las redacciones eran oficinas vulgares, plenas de odios, envidias e intrigas, en donde los ‘periodistas’ solo usaban y abusaban del ingenio en las vergonzantes ‘mordidas’ oficiales o los donativos particulares y discretos, para resarcirse de los malos tratos y de los miserables sueldos.

Hacía 1918, apareció un bisemanario llamado ‘Verbo Libre’, redactado por elementos jóvenes, entre quienes se encontraban José G. Estrada Torres, Honorato L. Guevara, Francisco Rangel, Ignacio Rickarday, Francisco Leaño Parra, Pablo Miramontes, Ernesto Zárate, Luis A. Cortés y otros, los que montaron un pequeño taller tipográfico en la avenida de los Héroes.

El periódico, de criterio independiente y viril, fustigó a muchos elementos de la administración civil y del Ejército. Y como era natural, la amenaza se vino sobre la cabeza de los escritores que tuvieron que huir por rumbos deferentes.

A mediados de 1919, Francisco Rangel, reanudó la publicación de ‘Verbo Libre’, apareciendo como Director y estableciendo un taller raquítico de imprenta en el crucero sureste de las calles San Felipe y Liceo.

Rangel era un joven muy dinámico. Hijo de humilde familia, había sido tipógrafo en sus mocedades, pero pronto comenzó a escribir cuartillas con artículos candentes y escandalosos para la época.

‘Verbo Libre’ era anti-revolucionario, sin suspirar por el retorno de la era porfiriana. Rangel era demoledor, y creía que el movimiento armado solo había beneficiado a unos cuantos, dejando en igual o en peor situación a las mayorías.

Su fe, era algo como un insipiente anhelo por la igualdad de las clases sociales. Odiaba a los poderosos, y antes, mucho antes de que el profesor y diputado Aurelio Manrique llamara públicamente ‘farsante’ al Presidente de la República Plutarco Elías Calles, el periodista tapatío se atrevió a enfrentarse a una nueva dinastía política y militar, en tiempos en que, ir contra los poderosos del régimen, era ir al cadalso.

Rangel vislumbraba en el futuro, la República universal. Soñaba románticamente con la sinceridad de los mandatarios y la felicidad social y económica de los gobernados. Y por ello, no podía comulgar con el porfirismo ni con las prácticas de los triunfantes revolucionarios.

En el humilde cuarto donde trabajaba, había un escritorio destartalado; unos chibaletes con tipos movibles de imprenta y una prensa de mano. Mientras dos cajistas ‘paraban línea’, Rangel escribía a pluma y cuando terminaba de redactar, se quitaba el saco, se arremangaba la camisa y él mismo se ponía a ‘parar’ en el ‘componedor’ sus originales audaces.

Los periodistas independientes de provincia, hemos sufrido siempre más que los metropolitanos. Aquí, la libertad de imprenta se suple con los testaferros que tienen para todo servicio los mandones pueblerinos, que se encargan de insultar, difamar, golpear o asesinar a los periodistas libres, porque la ley referente a la libertad de imprenta, está lejos y no llega tan pronto como las palabras, las amenazas y los hechos.

La campaña periodística de ‘Verbo Libre’ se enfocó contra el general Álvaro Obregón, quien después del asesinato de Carranza, hacía campaña para llegar a la presidencia de la República. Y los tapatíos no olvidaban, en tanto, aquel insulto antipolítico que el divisionario sonorense había vertido desde el balcón central del Palacio de Gobierno de Guadalajara al entrar vencedor de los federales el 8 de julio de 1914, en que dijo que los jaliscienses éramos un hato de borregos y maricones, porque no se le había secundado en su campaña militar, agregando que por esto, estaba seguro de que Jalisco era ‘el gallinero de la República’.

Los artículos de ‘Verbo Libre’, acarrearon a Rangel atentados, calumnias, prisiones y un sitio en aquellos viajes de ‘rectificación’, en que por la fuerza se llevó al norte a un grupo de periodistas independientes, que debían cerciorarse de que ya no había rebelión armada y rectificaran por tanto, sus informaciones y comentarios. En ese viaje terrible, recibieron muchas atenciones del entonces Capitán del Ejército Mexicano, don Fernando González Madrid, que comandó temporalmente la escolta del carro-caja.

En Chihuahua, donde esperaban ya otros periodistas, fueron entregados todos a la Comandancia de la Zona. En la noche los sacaban de la escolta y los llevaban a rodear el panteón de la ciudad, como si fueran a fusilarlos y los regresaban a sus celdas. Los condujeron a varias ciudades y campiñas, y al fin, creyendo que habían quebrado con facilidad las estructuras de acero, los enviaron a sus sitios de origen. Pero la mayor parte siguió flagelando al gobierno en sus periódicos, teniendo tema Rangel para redactar la forma en que los habían tratado y todo cuanto en el ‘viaje de rectificación’ habían visto y oído.

Después, se amagó al periodista en diferentes formas. Se le difamó diciéndole afeminado, loco, y pedigüeño para intimidarlo a que se callara. Coches misteriosos pasaban por las noches frente a la redacción y los ocupantes lanzaban insultos o balazos. Se le cobraron contribuciones indebidas y se le amenazaba municipalmente por cualquier cosa. Pero Rangel seguía su labor verdaderamente revolucionaria, sin contestar los ataques anónimos, que no lo debilitaban.

El artículo que causó en aquel entonces mayor sensación por todo el territorio jalisciense, fue una fulminante ‘CARTA ABIERTA’, escrita y firmada por Francisco Rangel y publicada en una edición extraordinaria del bisemanario ‘Verbo Libre’ el martes 18 de noviembre de 1919, dos días después de que Obregón había llegado a Guadalajara en viaje de propaganda presidencial y candidato único.

El fulminante artículo, que hizo palidecer de rabia a Obregón e indignó a quienes le rodeaban, decía a la letra.

CARTA ABIERTA

“Desde al tocar esta tierra, don Álvaro, se le han venido haciendo infinidad de festejos, como para decirle que todos los jaliscienses lo amamos, con una ternura extraña en la humanidad.

¡No lo crea! ¡Lo están engañando vilmente!

No importa que los festejos celebrados en su honor, hayan estado llenos de concurrencia de alta alcurnia y ‘atascados’ de gente de buena marca.

Usted sabe ya lo que somos en materia de curiosidad y alegría y sabe al dedillo lo que gustan de la música los costeños.

La música, el baile y el brindis es lo que ha reunido tanta gente en su rededor a su paso por estas ciudades de Jalisco y no su popularidad y mucho menos, su persona.

La hipocresía de nuestro pueblo se oculta bajo la alegría de que disfruta. Mientras el pueblo goza, olvida sus rencores y desprecio a sus enemigos.

Cuando están las muchedumbres en las galerías de los circos, se olvidan los Nerones y desprecian la muerte a que puede sujetarlos en cualquier instante, el prócer del Poder.

Por eso, el pueblo de Jalisco lo ha recibido a usted con júbilo. Porque le han llevado alegría. Le han ‘gorreado’ tequila y le han hecho escuchar los ‘fox-trot’ de último cuño.

No porque le tengan a usted algo de aprecio.

Usted mismo siente en su corazón, la decepción tremenda que deja la realidad, cuando la hemos palpado en nosotros mismos.

Dígame con franqueza: ¿Le llenan a usted el alma esos holgorios en que ha exhibido se guerrillera figura? ¿Le satisfacen los discursos y le halagaron debidamente los aplausos?

Recuerde que a su paso, solo las autoridades militares, las civiles y dos o tres oradores pagados, son los que le han dirigido frases huecas y ampulosas. El pueblo, es raro que le haya aplaudido de corazón.

Eso, por lo que toca a los lugares por donde usted ha venido.

En Guadalajara no lo quieren, don Álvaro.

Las frases suyas, vertidas en el balcón de nuestro palacio de gobierno aquel memorable 8 de julio, en que al frente de sus yaquis y después de haber asesinado cobardemente tantos federales, tomó la Perla de Occidente, están pulsando y repercutiendo constantemente en la mente de los jaliscienses, a quienes tontamente llamó HATO.

Y Jalisco no perdona las ofensas que se le dirigen. Por dignidad. Por nobleza. Por tradición.

Aunque usted vea que le celebran, que le aplauden, que le agasajan… ¡desconfíe!

Nuestro pueblo no está habituado a los sucesos novedosos.

La llegada de un candidato, es novedosa para él. Más, cuando ha sido un hombre que atrevida o despreocupadamente le ha insultado en su propia casa.

Irá a contemplarle, para grabarlo una vez más en su mente. Para conocer a fondo a su insultador. Para grabar sus facciones eternamente.

¡Pero nunca para tributarle un homenaje que no siente!

A esos oradores que le dicen a usted que lo amamos, no les crea. Es muy otro el afecto que le tenemos y muy distinta nuestra manera de apreciarle, porque nos hacemos esta reflexión: Si Obregón, cuando militar, sin mando nacional nos insultaba y oprimía… ¿qué será cuando sea primer mandatario de la nación?

Dos elementos que no se atraen, indudablemente se repulsan.

Tal sucede entre usted y nosotros. Instintivamente sentimos repulsión el uno para el otro. Usted nos odia cordialmente por MOCHOS. Nosotros, le odiamos a usted por SOBERBIO y ALTANERO.

Usted nos cree unos estúpidos. Nosotros le creemos a usted un mal agradecido.

Usted ve en nosotros un enemigo terrible de la revolución. Nosotros vemos en usted, un enemigo de nosotros mismos.

Existiendo, pues, esa repulsa marcada, ¿cree usted que las recepciones en su honor, sean de corazón?

Se equivoca, si tal piensa.

Todo eso ha sido una simple farsa preparada por sus aduladores, que saben que mañana usted puede ser un Jefe supremo y quieren lamerle la mano para que los apoye.

No haga usted caso de los ruines porque sería mostrarse también RUIN.

Cierto que cuenta usted aquí, entre nosotros, con algunos ingenuos admiradores. Pero estos, no llegan a la milésima parte de los que le dicen los discurseros hinchados.

Convénzase don Álvaro: ¡este terreno le es estéril!

Siembre usted donde lo quieran y recogerá mejores frutos.

Aquí, estamos resentidos con su imprevisión y sus ímpetus de soldado rabioso. Le creemos intolerante y además intransigente.

Si nos lo ha mostrado, ¿podremos pensar que nos dará las libertades que la Constitución pretende otorgarnos y que las autoridades nos coartan desgraciadamente…?”

Dicen que cuando Obregón leyó en la residencia donde había posado a su paso por Guadalajara, el artículo del humilde y mal presentado bisemanario provinciano, se puso furioso y conferenció largamente sobre el asunto con el general Manuel M. Diéguez y otras personas.

Pasaron los días. Pero una fría mañana de diciembre, cuando la pequeña redacción se había cambiado a un anexo del edificio Camarena, en las inmediaciones del templo de San Agustín, se presentaron algunos individuos con aspecto patibulario y policial y sacaron, casi a la fuerza, a Rangel, juntamente con el autor de estas charlas evocadoras, a dos impresores y a un aprendiz y nos llevaron a la entonces prisión de Escobedo, donde nos separaron de Francisco para incomunicarlo. A nosotros, se nos dio libertad en el curso de la tarde.

La señora madre de Rangel, sus hermanas y demás familiares inmediatos, hicieron varios intentos para siquiera localizar al periodista, cuya presencia les era negada en todas partes, porque la detención, sin una orden legal, había llegado secretamente de la Comandancia.

Quienes le buscaban, permanecieron en el jardín que había frontero al edificio penitenciario durante toda la noche y en la madrugada fueron retirados con engaños, mientras una escolta militar sacaba a Francisco, para conducirlo como a peligroso criminal, por mitad de la calle hasta la estación de los Ferrocarriles.

Ahí, lo subieron a un convoy militar que se alistaba para salir, a las órdenes de un general De la Torre y poco después el tren enfiló por la vía férrea de México.

Antes de llegar a la estación de Pénjamo Guanajuato, bajaron al joven periodista ‘rebelde’ y cinco viles marrazos dieron fin a su vida, como castigo a la osadía de haber pretendido ser un periodista independiente, amparado por la libertad de pensamiento, en un país en donde aún se hiere o mata con la calumnia, la difamación o el revólver, a quien dice lo que piensa…

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2 comentarios en «Verbo Libre»

  1. Vicente Fox repitió la táctica de Obregón de insultar durante su campaña rumbo a la presidencia, también le funcionó porque Álvar no estuvo en la HORA Nacional para advertir tan penoso hecho. Es muy grave el peso de la ignorancia histórica. Ayuda a la ignorancia la tv, en haras de la libertad de expresión da cabida a expresiones insultantes que confunden a quienes tienen la desdicha de encender la tv y apagar su pensamiento.
    La calle 8 de Julio debiera llamarse Francisco Rangel y la Av. Patria ¡Álvaro González de Mendoza! pero no hay reversa, seguimos tirando pa lante.

  2. Las lineas te hacen saborear de una manera casi llegando al embelezo la Guadalajara de ayer, tristemente sigue la matanza de periodistas… sera que existe una confusion…nosotros a quien queremos seguir viendo por aqui es a Alvaro el Vallero…y creo que quien no atina a irse ya es Alvaro pero Obregon… ¿quien esta rezando mal?

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